No sé si a ti te pasa… pero cada año, cuando los días empiezan a acortarse, noto algo dentro que también se encoge un poco.
No es tristeza, exactamente. Es una especie de bajón, de menos ganas, de más cansancio… como si mi cuerpo y mi mente dijeran “ya está bien por este año”.
Recuerdo que antes me resistía mucho a estas señales o las ignoraba. Intentaba seguir el mismo ritmo con grandes exigencias, y trataba de mantener la misma energía. Entonces acababa agotada y frustrada. Pero al final entendí que no era flojera, ni desánimo: era la manera en la que mi cuerpo me pedía algo de pausa.
Ahora, durante el otoño, estoy más atenta para tomármelo diferente y no forzarme para estar a tope. Selecciono lo que hacer después de dejarme sentir y sobre todo, me permito estar e identificar lo que necesito. Sin tantas exigencias, sin tanto juicio.
Hay días en los que mi energía es mínima, y en lugar de presionarme para volver a ser productiva, lo dejo estar así. Y curiosamente, cuando dejo de pelearme con eso, la calma mental comienza a aparecer. Y es que, al final, cuidarse también es parar y aprender a escucharse.
Si tú también notas que en esta época vas con la batería baja, que te cuesta sostenerte, que sientes que “ te apagas”… quizás sea momento de mirarte más de cerca, conocerte más y aprender a sostenerte distinto, sin tanta exigencia.
Con la ayuda de la Terapia de Alto Impacto entenderás lo que te ocurre, aprenderás a escucharte y adquirirás herramientas para gestionar tus estados de apatía, para así conseguir el equilibrio y la tranquilidad que buscas.
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El mayor acto de autocuidado no es hacer más… sino darte permiso para parar y escucharte de verdad.
